Hubo un dicho que se hizo muy popular en Cuba: &Sin azúcar no hay país". Y tenían razón los que lo repetían continuamente. La historia de Cuba estuvo, por muchos años, signada por el desarrollo y por las altas y bajas de esa industria cuyo auge, cuando todavía no existían los centrales ni los grandes colosos, se mantuvo por la trata negrera y la esclavitud.
Ello llegó a propiciar &el miedo al negro". La población negra y mestiza, incrementada por la trata, superó en diversas etapas a la blanca, temiéndose que los repetidos levantamientos dieran al traste con la hegemonía de la sacarocracia criolla. Esa palabra: sacarocracia, acuñada por el historiador Manuel Moreno Fraginals, precisamente alude a una aristocracia del azúcar.
Con el producto de la industria del azúcar Cuba llegó a ser una de las colonias más ricas del mundo, cuando los ecos de la Revolución Francesa y la rebeldía de los esclavos de Saint Domingue lograron la derrota del ejército napoleónico. Muchos años después, durante la I Guerra Mundial, la industria de la remolacha en Europa sufrió una gran debacle. El azúcar de caña llegó a alcanzar precios astronómicos y se creó una bonanza en la Isla que no tuvo precedentes y que parecía no iba a terminar nunca. Se desató una gran especulación. Entre 1918 y 1920 se fundaron 24 bancos que prestaron dinero —a manos llenas— a hacendados y colonos. Enormes extensiones de bosques se convirtieron en cañaverales. Llegaron a escasear los macheteros para el corte de caña. Una popular tonadilla decía: &Yo no tumbo caña / que la tumbe el viento / que la tumbe Lola / con su movimiento".
Tuvieron que importar braceros de Haití y de Jamaica. Los nuevos ricos construyeron entonces los palacetes en la habanera barriada del Vedado, con jardines adornados con estatuas. La gente bautizó ese período de bonanza económica como la Danza de los Millones o de las Vacas Gordas, que terminaría pocos años después, durante el Gobierno de Alfredo Zayas, llamado el chino Zayas.
Esa bonanza se reflejó en la prensa, en el humorismo que ridiculizaba a los nuevos ricos, en los danzones, guarachas y sones, y hasta en el teatro. Pero como dicen que la alegría en casa del pobre no dura mucho, y como estaba Cuba a merced de los vaivenes de los precios del azúcar en el mercado mundial, pronto llegaron las Vacas Flacas. Aunque bien sabemos que para las familias humildes, nunca esas vacas llegaron a ser verdaderamente gordas.