Cualquier intento por descifrar a simple vista qué pasa en el Callejón de los Peluqueros se deshace en segundos, porque hay lugares que, como algunos sueños, nacen para ser vividos y no contados.
A ese pasaje del barrio de Santo &Aángel, pocos llegan a diario solo en busca de un &nuevo look" en el Salón de belleza unisex Artecorte. Muchos, sin embargo, lo visitan interesados en conocer a Papito, un peluquero que, con tijeras en mano y la pericia de un artista, ha logrado transformar una de las zonas más deterioradas de La Habana Vieja.
Corría el año 1999 cuando Gilberto Valladares Reina —conocido por todos como Papito— decidió, en su residencia, impulsar un proyecto comunitario abocado a realzar la peluquería como una actividad que, unida a las buenas intenciones y sentido de hermandad, puede contribuir a la dignificación del ser humano en todas sus dimensiones.
Surge así, en el tercer piso del edificio número 10 de la calle Aguiar, la Casa Museo de la Barbería, única de su tipo en Cuba. Allí, donde también radica el salón de belleza, Papito atesora obras pictóricas relacionadas con su oficio, así como tijeras, frascos, navajas, cepillos y otros implementos usados en distintas épocas.
A casi dos décadas de creado, Artecorte es mucho más. En el Callejón de los Peluqueros, sede de la iniciativa, se encuentra una pequeña escuela, hoy en ampliación, donde jóvenes aprenden este noble oficio, para incorporarse luego ya como trabajadores al salón, u otros centros de ese tipo en la capital.
Es gratuita, insiste Papito. &Logramos mantenerla gracias al aporte que hacemos, por decisión propia, los dueños de los negocios que estamos en el callejón. A estos jóvenes les enseñamos no solo lo relativo al mundo de la cosmetología, sino también valores".
El visitante hallará también la Galería-Estudio del artista Roberto González; dos tiendas, una de ropa artesanal y otra de artesanía, así como cuatro locales gastronómicos, entre los que destaca el barrestaurante El Fígaro, en honor al célebre personaje de la ópera El Barbero de Sevilla, del compositor italiano Gioachino Rossiniel.
Para los peques del barrio se hizo el Barbe Parque, mientras que los abuelos del lugar cuentan con un remozado hogar y un programa de actividades que los hace partícipe de esta transformación barrial.
Pero Papito es pura inventiva y nada lo detiene en su afán por multiplicar bienestar.
Inmerso todavía en la ampliación de la escuela, ya este quijote del siglo XXI proyecta un nuevo look para la bodega de la comunidad, que le dará un valor museable al sitio, con añejas cajas registradoras y quizás &la historia no contada" de la famosa libreta cubana.
El apoyo financiero es fundamental para desarrollar iniciativas como la nuestra". Sin embargo, nos dice Papito, cada persona tiene algo que aportar. Puede ser su dinero, pero muchas veces resultan vitales el tiempo y los conocimientos que puedan compartir con nosotros.
Soñar parece cosa de locos en tiempos contemporáneos, pero por fortuna todavía existen soñadores.